European countries, week after week, exceed their own record numbers of Covid-19 infections, forcing governments to strengthen their measures to quell the skyrocketing growth of the second wave. In addition to the social containment measures or the extension of the mandatory use of the mask, the closure of countries is added, which prevents the access of airplanes and, at the same time, affects the transport of the flower.
Let us remember that just six months ago the hurricane that the floriculture and floristry business suffered in Spain when, in the middle of high season, its use was completely paralyzed due to the confinement decreed by the Government in the fight against the expansion of the pandemic. Weddings, communions, festivities, events, celebrations... even funerals. Absolutely everything stopped.
Gabriel Ordóñez, president of the Spanish Association of Florists (AEFI), calculated that the losses represented around 40% of the annual turnover of all the major and minor trade in flowers and plants, which amounts to about 1,000 million euros per year. The cut flower is a fleeting product that needs to go to market as soon as possible. In the absence of demand, thousands of tons of seasonal flowers ended up rotting in landfills across the nation. Millions of euros invested during months of production go up to add to the loss account. Do not forget that behind each bouquet of fresh flowers is the investment of a farmer who has been working for a minimum of four months, from seed to harvest.
So, with this second wave, confusion and concern begin to emerge and brings an inevitable question: Are we facing the arrival of a new critical moment for the sector?
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Los países europeos, semana tras semana, superan sus propias cifras récord de contagios de Covid-19, obligando a los gobiernos a endurecer sus medidas para aplacar el disparado crecimiento de está segunda ola. A las medidas de contención social o la ampliación de la obligatoriedad del uso de la mascarilla, se suman el cierre de países, lo que impide el acceso de aviones y, a su vez, afecta al transporte de la flor.
Recordemos que hace apenas seis meses del huracán que sufrió el negocio de la floricultura y la floristería en España cuando, en plena temporada alta, se paralizo por completo su uso debido al confinamiento decretado por el Gobierno en la lucha contra la expansión de la pandemia. Bodas, comuniones, festividades, eventos, celebraciones… incluso funerales. Absolutamente todo detenido.
Gabriel Ordóñez, presidente de la Asociación Española de Floristas (AEFI), calculó que las perdidas representaban alrededor del 40% de la facturación anual de todo el comercio mayor y menor de flores y plantes, que suma unos 1.000 millones de euros anuales. La flor cortada es un producto fugaz que necesita pasar al mercado lo antes posible. Ante la ausencia de demanda, miles de toneladas de flores de temporada terminaron pudriéndose en vertedores de toda la nación. Millones de euros invertidos durante meses de producción pasan a engrosar la cuenta de pérdidas. Y es que detrás de cada ramo de flores frescas se encuentra la inversión de un agricultor que lleva un mínimo de cuatro meses trabajando, desde su semillado hasta su recolección.
Así pues, ante ésta segunda ola, el desconcierto y la preocupación empiezan a aflorar ante la inevitable pregunta: ¿Nos encontramos ante la llegada de un nuevo momento crítico para el sector?